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TÉCNICOS DE TELEFÓNICA Y MOVISTAR DE TODA ESPAÑA EN LUCHA


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TÉCNICOS DE TELEFÓNICA Y MOVISTAR DE TODA ESPAÑA EN LUCHA

ALICIA DELICADO

La lucha continúa a la espera de una nueva batalla

“Las subcontratas han metido miedo. A los trabajadores latinos, por ejemplo, les amenazaban con su visado”, cuenta un trabajador andaluz.

Hace más de un año que comenzó la incansable lucha de los técnicos de las contratas, subcontratas y autónomos de Telefónica-Movistar por mejorar sus condiciones laborales. A principios de 2015, la firma de un nuevo contrato marco por parte del gigante de las telecomunicaciones nacional, que iba afectar aún más a sus salarios, horarios y festivos, fue la mecha que prendió la “Marea azul” en toda España.

La “Marea azul” nació de un grupo de WhatsApp en el que se fueron incorporando progresivamente los empleados de subcontratas y autónomos de la Comunidad de Madrid. Esto se tradujo en una reunión de 700 personas en el estadio del Getafe en marzo de 2015. Esta asamblea decidió llevar a cabo una huelga indefinida, que comenzó el 27 de marzo en Madrid, y a la que posteriormente se fueron incorporando otros puntos de España como Valencia, Sevilla, Barcelona, Bilbao o Vizcaya. Las movilizaciones tuvieron gran fuerza en Cataluña y País Vasco, lugares con una arraigada cultura organizativa.

Tres meses (de marzo a julio) de huelga a nivel estatal que finalizaron con un Convenio entre los sindicatos mayoritarios, la Patronal y la multinacional, que a día de hoy, en algunos sitios como Madrid o Sevilla afirman que no se cumple. “En Bilbao se han conseguido eliminar las subcontratas” replica un sevillano.

Desarrollo e historias de la huelga

“Fueron tres meses muy intensos de lucha, la gente comenzó con muchas ganas pero poco a poco nos fuimos desinflando, ya que nuestros recursos también escaseaban” comenta Ainhoa, una ex trabajadora de Barcelona. Tanto su actual marido, Mario, como ella tenían una subcontrata perteneciente a las contratas de Cobra y Elecnoc. “Cuando quieres hacer las cosas bien, y garantizar los derechos del trabajador la empresa desaparece”, Ainhoa explica el motivo que llevó al cierre de su empresa de autónomos.

El 21-12-2014, Mario, Ainhoa más los tres trabajadores de la subcontrata vieron como su trabajo se esfumaba. Mario continúo empleado para Elenoc, pero su pareja Ainhoa se quedó en paro. Meses después, cuando estalló la huelga indefinida, Ainhoa continuaba sin empleo y con tres hijos que alimentar. “Mi familia no estaba en condiciones de asumir una huelga, pero mi marido fue cabezón y yo decidí apoyarlo” recuerda esta mujer. Ella no se arrepiente de formar parte de esta lucha que ha puesto en contacto a todos los trabajadores de las subcontratas, quienes normalmente no solían coincidir, y ha conseguido unirlos a todos. “Somos una gran familia, de hecho me casé el 22 de abril con Mario y muchos asistieron a nuestra boda”, dice felizmente Ainhoa a quien esta experiencia la ha acercado más a su pareja Mario.

Ainhoa está muy orgullosa de sus actuaciones en la movilización. Aunque en un principio, no pretendía secundarla, acabó siendo una cara visible y ello le provocó el veto. A día de hoy trabaja con Jazztel, ya que está imposibilitada hacerlo con Telefónica. Pero no se rinde, y seguirá luchando junto a Mario para vencer al gigante de las Telecomunicaciones nacional.

“La lucha continúa, resistencia, la huelga indefinida nos dejó agotados, pero esto no ha terminado”, sentencia Javier Manrique, ex trabajador de Telefónica-Movistar de Madrid, ex miembro del Comité de Huelga, y en la actualidad, miembro de la Plataforma de los Técnicos de Telefónica-Movistar en lucha y miembro de la Coordinadora Estatal.

Javier critica las duras condiciones a las que estaban y están sometidos los subcontratados y autónomos de Telefónica-Movistar: “teníamos que pagar los reconocimientos médicos, las herramientas, el coche, la gasolina, el uniforme y ahora resulta que van en moto, incumpliendo todas las normas de seguridad, parece que no les importa la integridad del técnico”.

Actualmente, está vetado para trabajar en la empresa por pertenecer al comité de huelga. A él y a siete empleados más de Madrid se les cerraron las puertas de Telefónica-Movistar, por ello crearon una cooperativa de apoyo mutuo para conseguir un nuevo empleo dentro del área que desempeñan.

“Hemos estado meses sin trabajar, si a eso le sumas los meses que estuvimos de huelga y no cobramos…” suspira Javier, quien hasta diciembre no encontró un puesto en Vodafone y no ha conseguido pagar el alquiler de su piso hasta hace poco. Otro compañero suyo de la cooperativa de vetados, Víctor Sánchez también está a día de hoy trabajando para Vodafone.

Víctor llevaba 18 años en Telefónica, y su hijo ocho. Ambos observaban cómo cada vez se trabajaban más horas y se cobraba menos. “No se cumplían las horas que marcaba el contrato, acabas trabajando más, te podrías encontrar salarios de 700 euros al mes”. Parece difícil subsistir en estas condiciones. Víctor también tiene pendiente que el banco le quite su casa, situación que se agravó con todos los meses de huelga en los que no ha recibido ni un ingreso.

“Creo que la huelga fue demasiado larga, deberíamos haber descansado, menos mal que contamos con la ayuda de diversos colectivos, el PCE, la Red de solidaridad popular, para salir adelante”, dice Víctor Sánchez emocionado con el trato que recibieron los huelguistas por parte de los demás grupos solidarios. Aunque estos tenían una caja de resistencia. Ésta no era suficiente para poder mantenerse debido al tiempo que perduraron las protestas.

Falta de experiencia sindical en lugares como Madrid o Sevilla

El 95% de los técnicos que secundaron la huelga no tenían experiencia sindical e iban por libre. Esto dificultó en un principio las tareas de organización. En Madrid, los trabajadores contaron con la ayuda de AST, Alternativa Sindical de los trabajadores. Luego se creó la Plataforma de Afectados por Telefónica-Movistar que continúa vigente y en lucha para que se cumplan las condiciones del Convenio firmado al final de la huelga por CC.OO., UGT, la patronal y Telefónica-Movistar.

En la mayoría de los puntos de España, los instaladores de contratas y subcontratas de Telefónica-Movistar estuvieron guiados por sindicatos minoritarios como AST, CGT, Cobas o nacionalistas en el caso del País Vasco. “En Vizcaya se han conseguido muy buenas condiciones laborales y sí se está cumpliendo el convenio firmado por los sindicatos mayoritarios con la empresa, debido a su buena organización y lucha. Luchando todo se puede.

Aquí en Sevilla resultó muy novedoso para los obreros la acción sindical”, comenta Antonio Madrid, empleado vetado de Sevilla. Antonio piensa que Sevilla ha ido en desventaja con el resto de España por culpa de la falta de unidad obrera. Los empresarios boicotearon la huelga en Sevilla y sembraron el miedo.

A esto se unió la falta de resistencia de algunos de los compañeros quienes abandonaron a los pocos días tentados por falsas promesas de las contratas. “Las subcontratas han metido miedo. A los trabajadores latinos, por ejemplo, les amenazaban con su visado”, cuenta un trabajador andaluz. Pero, a pesar de ello, hubo una gran parte de los sevillanos que sí resistieron.

“Yo y un compañero más fuimos las caras visibles en Sevilla y nos vetaron por incitar e instar a los compañeros a la huelga. Telefónica-Movistar dice que no estoy vetado, pero a mí no me contrata nadie al ver mi historial y D.N.I.”, explica Antonio Madrid, quien actualmente no tiene empleo.

Su lucha ahora es que se levante su veto y se asuman las condiciones del convenio que se firmó entre UGT, CCOO, la patronal y Telefónica. Sobre todo en Madrid y Sevilla, los técnicos se quejan del incumplimiento de la mayoría de puntos y siguen reclamando una reducción o eliminación de las subcontratas, que se promete para 2018 con la llegada de un nuevo contrato marco.

En Sevilla también están marcados por la existencia de un holding. Por ejemplo, un mismo jefe tiene siete empresas: Telgaro, Teljara, Tridatel, Gr Linea y Tekifber; con el objetivo de evadir la existencia de un comité de representación de los trabadores, ya que para que exista dicho órgano la empresa tiene que ser medianamente grande.

Al dividirse en varias pequeñas empresas evita la representación en éstas. Actualmente, los trabajadores sevillanos se reúnen en la clandestinidad para abordar casos como este. Ellos se están organizando, pero no pueden salir a la luz a día de hoy pues hay mucho miedo a que peligre su puesto de trabajo. “Entre los jefes está muy mal visto el sindicalismo y te puede llevar a la calle”, explica un trabajador sevillano.

Cataluña tras el Congreso de Móviles

En febrero de 2016 se organizó una carrera cuya finalidad era recaudar dinero para saldar las deudas de los huelguistas con aquellas asociaciones que les habían apoyado. La línea de salida se marcó en Vizcaya y fue avanzando hasta Barcelona durante una semana, para acabar en la clausura del Congreso de Móviles Internacional. “Los del Congreso pensaban esto no va conmigo, tampoco esperábamos que se pusieran de nuestra parte”, cuenta Ainhoa.

Tras esta acción, muchos de los técnicos catalanes están ahora pendientes de las resoluciones de sus juicios contra sus empresas. “La mayoría de los juicios los gana el trabajador, aunque es una lástima que tengamos recurrir a la vía judicial que es más lenta, y no haya una ley laboral que proteja al trabajador”, explica Javier Marco, miembro del comité de trabajo de su empresa.

La mayoría de los juicios que gana el trabajador es gracias a las pruebas que tiene de inspecciones que se han hecho en la empresa. Aunque éstas solo sancionan y no obligan, sí resultan relevantes para el Tribunal cuando tiene que decidir. Sin embargo, en Madrid todavía hay 50 inspecciones pendientes. Esto se debe a que el jefe de inspección de la Comunidad de Madrid fue un antiguo abogado de Telefónica, un caso de lo que comúnmente se conoce como puertas giratorias.

De regreso a Barcelona, actualmente están pendientes de recolocar a 43 compañeros en 7 contratas. Estos llevaban un año y medio trabajando para una subcontrata, una empresa de servicios llamada INET que les ofrecía 690 euros al mes. Se han esforzado y han conseguido desmantelarla. Ahora, se aproxima un nuevo reto, conseguir mantener su empleo de forma digna.